Por la señal de la Santa Cruz….
(Acto de Contrición)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador, Padre y Redentor mío: por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
DÍA CUARTO
“Se le dio toda la gloria del Líbano
Y la hermosura y decoro del Carmelo y de Sarón.” (Isaí. 35,2)
MEDITACIÓN
Considera hoy a la purísima Madre de nuestro Dios, figurada en el célebre monte Líbano, cuya gloria, hermosura, fecundiza y fragancia del Carmelo y de Saron, significaba la multitud y abundancia de dones con que la enriqueció el Altísimo. En este monte santo de su seno virginal y fecundo, creció y se formó al árbol de al vida, Cristo nuestro Dios y Señor, y árbol que produce y nos brinda los frutos de la inmortalidad. De este Monte salió la fuente de la gracia, cuyas aguas saltan hasta la vida eterna: porque sus ejemplos y auxilios dirigen y elevan hasta alcanzarla alas almas verdaderamente devotas. En este Monte se halló la piedra angular, Cristo, reprobada por la soberbia humana, que coronó y cerró firmemente el edificio de la Iglesia. En este Monte, se encuentran las minas inagotables del oro y plata de la divina humanidad y más preciosas que cuanto puede apetecer y desear el corazón humano. En este Monte crece el trigo de los escogidos, con la esposa de Jesús alimenta a sus hijos, por su doctrina y constante ejemplo de virtudes heroicas y de celestial Sabiduría. En este Monte, en fin, se ofrece el refugio, descanso y recreo, no solo a los justos, sino también al pecador arrepentido que huye de la Sodoma del mundo, de las acechanzas y asaltos del enemigo, y de las flaquezas y peligros de la carne. ¿Por qué ha de tener, dice San Bernardo, la humana fragilidad acercarse a María? Nada hay en ella austero, nada terrible, todo es suavidad en este día, los dones de sabiduría y ciencia, que verdaderamente ilustran por el conocimiento de la voluntad de Dios, y nos dan gracia para obedecerla y cumplirla. Nadie igualó a María en estos dones, porque nadie tuvo más cerca, trató más, ni se unió más que ella a la Sabiduría increada y eterna que es Jesús. Invócala ahora devotamente si quieres alcanzar estos dones, diciendo la oración siguiente:
ORACIÓN
¡Oh Madre amantísima de la Sabiduría increada! Nosotros damos gracias al Padre eterno que te escogió para Hija; al Verbo que te tuvo por Madre, y al Espíritu Santo que te adoptó por Esposa. Pide, Señora, por nosotros; alcánzanos de Dios una luz viva y eficaz que disipe las tinieblas de la ignorancia, en que el pecado de Adán y los propios nuestros nos sumergen, entorpeciéndonos para el bien, ocultándonos la hermosura de la virtud y extraviándonos por las sendas engañosas de la perdición. ¡Oh Monte, donde el sol de la Sabiduría se ostente con todos su resplandores! ¡Oh Madre de Jesús nuestro modelo, nuestro legislador y Maestro soberano, vuelve a nosotros tus ojos piadosísimos! Que donde tu miras no puede haber oscuridad. La muerte huye de tu vista, la culpa muere en tu presencia, los que te ven, los que te aman y te siguen alcanzan la vida eterna. Oh Madre amorosísima, por los dones de ciencia y sabiduría con que te enriqueció tu Hijo, te pedimos se nos comunique estos dones del Espíritu Santo, para que ellos nos dirijan en los caminos de nuestra salvación, y si conviene, alcánzanos, Señora, la gracia que particularmente te pedimos en esta novena, y sobre todo, que eternamente reconozcamos y alabemos la sabiduría y providencia del Altísimo por los siglos de los siglos. Amén
(Medítese y pídase la gracia que se desee alcanzar)
Dios te Salve María, llena eres de Gracia…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio y ahora por los siglos de los siglos. Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh purísima María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Monte excelso de perfección, gracias y dones! Oh Monte mayor de santidad y gloria, elevado sobre los montes más altos de las jerarquías angélicas, y superior a los collados más sublimes de santidad humana; Montemayor, porque más cerca, y antes que criatura alguna recibiste los rayos divino del Sol de Justicia en la Encarnación del Verbo Eterno; Montemayor, porque en los abundantes frutos de tus ejemplos y gracias se alimenta y crece la virtud de los Santos; Montemayor, porque los claros resplandores del Amor divino que, más intensamente, y con anticipación a los ángeles mismos, recibiste, inflaman más y más a estos celestiales espíritu, para que, abrasados en caridad, para gloria de Dios y nuestro bien, nos socorran, favorezcan y defiendan. Acosados Madre Amantísima, en este valle de lágrimas y miserias, queremos subir a ti, Monte de virtud, de descanso, de dichas y de gloria. Las fieras voraces del infierno nos persiguen, las tentaciones del mundo nos asaltan, las necesidades y peligros de la carne nos angustian: a Ti acudimos, buscando seguridad, gracia y remedio. Ayúdanos, Señora, a trepar por las escabrosas sendas que nos han de elevar hacia la altísima cumbre de perfección que os acercó tanto a vuestro Hijo y Creador, que desde el cielo a la tierra, y desde Dios al hombre, Vos sois lo primero, más inmediato y más digno que se encuentra.
Nosotros, para moveros a piedad, os veneramos devota y fervorosamente bajo este título misterioso de Montemayor, tan exactamente propio de vuestra grandeza elevadísima, ante esta imagen que nuestra fe y amor miran y aprecian como un don de vuestras manos purísimas. Haced, Señora, que continúe siendo prenda de vuestra protección este pueblo. Acreditándoos, como hasta ahora lo experimentaron nuestros mayores, refugio en nuestras aflicciones, remedio de nuestras necesidades, y medicina para las dolencias del alma y cuerpo.
Y pues que sois Monte de Gloria, y Monte mayor que todos los collados de las jerarquías celestiales , servidnos de guía constante en el mar borrascoso de la vida, para que por Vos lleguemos a la Bienaventuranza, donde en vuestra compañía y dichosísima presencia, alabemos eternamente al Padre, al Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.