IV ENCUENTRO:LA VISITACION A SU PRIMA SANTA ISABEL:
D- Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
T- Para que seamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Del Santo Evangelio, según S. Lucas:
“En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Así que Isabel oyó el saludo de María, exultó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Espíritu Santo, y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, exultó de gozo el niño en mi seno. Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le dijo de parte del Señor: Dijo María: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahám y su descendencia por siempre. María permaneció con ella como unos tres meses, y se volvió a su casa.” Amén.
Reflexión:
Dos grandes lecciones nos dio Maria en su Visitación: nos enseña a rezar y nos enseña a actuar. A rezar, porque como hará más tarde Cristo en la primera parte del Padrenuestro, la oración de María es oración de alabanza, de reconocimiento, y de gratitud al Padre.
A actuar, porque anticipándose al “no he venido a ser servido, sino a servir” de Jesucristo, llega a los hombres una lección viva e imborrable de alegre generosidad y de servicial entrega a los demás.
Oración:
Dios Todopoderoso, tú que inspiraste a la Virgen María, Nuestra Señora de Montemayor Coronada, cuando llevaba en su seno virginal a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Santa Isabel, concédenos, te rogamos, que dóciles al soplo del Espíritu, podamos, junto con María, cantar tus maravillas durante nuestra vida. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
D- Dios te Salve María…