Por la señal de la Santa Cruz….
(Acto de Contrición)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador, Padre y Redentor mío: por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
DÍA QUINTO
“Tabor y Hermón se regocijarán con tu nombre;
Tu brazo tiene el poder.” (Ps. 88,13)
MEDITACIÓN
Considera hoy en María el santo monte del Tabor, que tu Dios escogió principalmente para teatro de tantas maravillas obradas a favor del miserable género humano. Allí ostentó el creador toda la fuerza de su brazo, toda la extensión infinita de su sabiduría y los inagotables recursos de bondad. Si el Tabor fue glorificado con la presencia pasajera del Salvador, María le tuvo nueve meses en su seno virginal, y en su compañía mientras vivió. Si la naturaleza reconoció a su autor en aquel monte santo, obsequiándole con nubes y resplandores, María alimentó, visitó y obedeció constantemente. Si en aquel monte misterioso dieron testimonio a la divinidad de Jesús, Moisés y Elías, María le reconoció y adoró desde el pesebre hasta la Cruz. Si los apóstoles querían fijar en aquel monte célebre su morada, deslumbrados con el resplandor de tanta gloria, María la gozó sin interrupción ni sombra. ¡Oh! ¡Cuántos, y cuan fundados motivos, para esperar de Ella la comunicación de tan singulares gracias y favores, si dignamente la invocamos! ¿Quién nos inquietará, en tanto que habitemos en este monte de paz y santidad? ¿Qué faltará al que participe de sus frutos, que son los dones del Espíritu Santo, que por María se nos otorgan y conceden? Pídela en este día con particularidad el don del entendimiento, don tan copiosamente comunicado a María, que dice San Bernardo que con razón debe ser llamada Madre del entendimiento aquella a quién se unió la plenitud de la sabiduría, de la cual reciben luz los ángeles, amor los serafines, poder las potestades, doctrina los hombres, gloria y alabanza el mismo Dios. ¿Qué ignorará en los caminos y prácticas de la salvación, que son las virtudes, aquel que tenga por Maestra a la Madre de la gracia, de la sabiduría y bondad eterna, que es Jesús? ¿Qué obstáculos se le opondrán que no sepa vencer? ¿Qué lazos le tenderán el mundo, el demonio y la carne que con las lecciones de esta divina Maestra, siempre triunfante del dragón infernal, no sepa burlar y deshacer? Pidámosle pues el don de entendimiento, clamando con fervor:
ORACIÓN
¡Oh Madre santísima de mi Dios, iluminada siempre en vuestro entendimiento por las luces de la divina gracia! Nosotros bendecimos y alabamos a tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo, porque de tal manera ilustró tu potencias que, conociendo y amando a Dios, desde tu primer instante inmaculado, te hizo digna de ser su Madre y Monte de refugio para los tristes hijos de Eva, ciegos en su entendimiento por el pecado original y viciados en la voluntad por la concupiscencia. Por esta luz divina, que tan pronto amaneció para ti, desde la aurora hermosa de tu existencia, te pedimos que nos hagas conocer la gravedad enormes de nuestra culpas, lo necesario y útil de la penitencia, lo infalible y sagrado de nuestra fe. Haced, Señora, que la doctrina católica se mantenga firme en nuestro pecho que nuestro entendimiento se rinda gustoso a la verdad de los divinos misterios y resista a las astucias infernales que quieren oponer la miserable razón humana a la sabiduría de Dios. Alcanzadnos, Madre mía, que así como vuestra luz de gracia humilló la falaz soberbia de la serpiente, y deshizo y confundió tantos errores y herejías, del mismo modo nos preserve a nosotros, manteniendo firme nuestra fe, para nuestra doctrina, rendido nuestro entendimiento a la verdad revelada, y sumisos en todo a la autoridad de nuestra Santa Madre la Iglesia, iluminada como Vos por el Espíritu Santo. Y, si se conviene, alcanzadnos también la gracia que pedimos en esta novena, y que todos cumplamos gustosos la divina voluntad. Amén
(Medítese y pídase la gracia que se desee alcanzar)
Dios te Salve María, llena eres de Gracia…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio y ahora por los siglos de los siglos. Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh purísima María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Monte excelso de perfección, gracias y dones! Oh Monte mayor de santidad y gloria, elevado sobre los montes más altos de las jerarquías angélicas, y superior a los collados más sublimes de santidad humana; Montemayor, porque más cerca, y antes que criatura alguna recibiste los rayos divino del Sol de Justicia en la Encarnación del Verbo Eterno; Montemayor, porque en los abundantes frutos de tus ejemplos y gracias se alimenta y crece la virtud de los Santos; Montemayor, porque los claros resplandores del Amor divino que, más intensamente, y con anticipación a los ángeles mismos, recibiste, inflaman más y más a estos celestiales espíritu, para que, abrasados en caridad, para gloria de Dios y nuestro bien, nos socorran, favorezcan y defiendan. Acosados Madre Amantísima, en este valle de lágrimas y miserias, queremos subir a ti, Monte de virtud, de descanso, de dichas y de gloria. Las fieras voraces del infierno nos persiguen, las tentaciones del mundo nos asaltan, las necesidades y peligros de la carne nos angustian: a Ti acudimos, buscando seguridad, gracia y remedio. Ayúdanos, Señora, a trepar por las escabrosas sendas que nos han de elevar hacia la altísima cumbre de perfección que os acercó tanto a vuestro Hijo y Creador, que desde el cielo a la tierra, y desde Dios al hombre, Vos sois lo primero, más inmediato y más digno que se encuentra.
Nosotros, para moveros a piedad, os veneramos devota y fervorosamente bajo este título misterioso de Montemayor, tan exactamente propio de vuestra grandeza elevadísima, ante esta imagen que nuestra fe y amor miran y aprecian como un don de vuestras manos purísimas. Haced, Señora, que continúe siendo prenda de vuestra protección este pueblo. Acreditándoos, como hasta ahora lo experimentaron nuestros mayores, refugio en nuestras aflicciones, remedio de nuestras necesidades, y medicina para las dolencias del alma y cuerpo.
Y pues que sois Monte de Gloria, y Monte mayor que todos los collados de las jerarquías celestiales , servidnos de guía constante en el mar borrascoso de la vida, para que por Vos lleguemos a la Bienaventuranza, donde en vuestra compañía y dichosísima presencia, alabemos eternamente al Padre, al Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.