VIII ENCUENTRO: JESÚS PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
D- Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
T- Para que seamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Del Santo Evangelio, según S. Lucas:
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres.[…]Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.” Amén.
Reflexión:
La vida del cristiano es una continua búsqueda de Jesús. Buscar a Jesús en el interior de uno mismo. Buscar a Jesús en el propio trabajo personal. Buscar a Jesús en el propio silencio de la Eucaristía. Buscar a Jesús, sobre todo, en la persona del prójimo, nuestro hermano.
Es Ella, María, Santísima Virgen de Montemayor, la que con su ejemplo y su intercesión puede ayudarnos a buscarlo y encontrarlo.
Oración:
¡Oh, Dios! Que por el misterio de tu Hijo perdido y hallado en el templo has querido despertar en nosotros el deseo de la buscar a Jesús en nuestras vidas, concédenos no cejar nunca en ésta para merecer encontrarnos con Él y con María, cada día en la Tierra y, al final, en la Gloria del Cielo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
D- Dios te Salve María…