Por la señal de la Santa Cruz….
(Acto de Contrición)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador, Padre y Redentor mío: por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
DÍA PRIMERO
“Se desprendió del monte la piedra misteriosa
Sin la cooperación humana.” (Dan, 2, 34)
MEDITACIÓN
Considera en este día, en el título glorioso de Montemayor con que veneramos a la Madre purísima de nuestro Dios, María Nuestra Patrona, como esta Señora fue verdaderamente aquel monte, del cual, sin cooperación humana, y solo por la virtud del Espíritu Santo, se desprendió la piedra misteriosa que destruyó la estatua que había edificado la soberbia, y, elevándose luego y creciendo hasta llenar el mundo se formó un monte de santidad y perfección, por el cual con seguridad y gozo subimos hasta unirnos con la Divinidad. María es el monte excelso de que se desprendió la piedra poderosa: esta piedra es Cristo, su hijo, Dios y hombre verdadero: y el Monte grande que ha llenado el mundo, y que con él forma un cuerpo mismo la Iglesia Católica. Da gracias al Señor, por el imponderable beneficio de la Encarnación, y a María, su Madre, por lo que contribuyó y contribuye con esta dignidad elevadísima a tu salvación y bien, diciendo:
ORACIÓN
¡Oh Señor, Dios Salvador y Padre nuestro! Bendita sea eternamente vuestra misericordia, por haber derramado desde el excelso monte de vuestro amor, María nuestra madre dulcísima, el rocío fecundo de vuestras gracias sobre los miserables hijos de Adán, ilustrándolos con el conocimiento de vuestras grandezas, comunicadas por la Encarnación y Redención. Bendita seáis , madre de nuestro Dios, porque en Vos se formó como en el monte más elevado, y de Vos descendió el rocío de los cielos, el justo por esencia, Jesús, que vino a enseñarnos la verdad y la virtud, lo que debemos creer, pedir y obrar humildemente. Os suplicamos por esta misma dignidad, que no ceséis de enviarnos esa lluvia divina, que arraigue y fecundice nuestra fe haciendo que, grabada profundamente en nuestro corazón y espíritu, produzca actos heroicos de virtudes cristianas, con las cuales merezcamos más y más las misericordias de vuestro Hijo y vuestro amor, y de este modo, alcanzando también lo que particularmente os pedimos en esta Novena, si conviene y es voluntad de Dios, acercándonos incesantemente a Vos, subiendo por las sendas divinas de los divinos mandamientos, descansaremos en Vos, Monte frondoso de la gracia, y, recreados con vuestros frutos gloriosos, entremos en la ciudad santa, donde alabemos a vuestro Hijo divino y a Vos por los siglos de los siglos. Amén.
(Medítese y pídase la gracia que se desee alcanzar)
Dios te Salve María, llena eres de Gracia…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio y ahora por los siglos de los siglos. Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó,
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh purísima María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Monte excelso de perfección, gracias y dones! Oh Monte mayor de santidad y gloria, elevado sobre los montes más altos de las jerarquías angélicas, y superior a los collados más sublimes de santidad humana; Montemayor, porque más cerca, y antes que criatura alguna recibiste los rayos divino del Sol de Justicia en la Encarnación del Verbo Eterno; Montemayor, porque en los abundantes frutos de tus ejemplos y gracias se alimenta y crece la virtud de los Santos; Montemayor, porque los claros resplandores del Amor divino que, más intensamente, y con anticipación a los ángeles mismos, recibiste, inflaman más y más a estos celestiales espíritu, para que, abrasados en caridad, para gloria de Dios y nuestro bien, nos socorran, favorezcan y defiendan. Acosados Madre Amantísima, en este valle de lágrimas y miserias, queremos subir a ti, Monte de virtud, de descanso, de dichas y de gloria. Las fieras voraces del infierno nos persiguen, las tentaciones del mundo nos asaltan, las necesidades y peligros de la carne nos angustian: a Ti acudimos, buscando seguridad, gracia y remedio. Ayúdanos, Señora, a trepar por las escabrosas sendas que nos han de elevar hacia la altísima cumbre de perfección que os acercó tanto a vuestro Hijo y Creador, que desde el cielo a la tierra, y desde Dios al hombre, Vos sois lo primero, más inmediato y más digno que se encuentra.
Nosotros, para moveros a piedad, os veneramos devota y fervorosamente bajo este título misterioso de Montemayor, tan exactamente propio de vuestra grandeza elevadísima, ante esta imagen que nuestra fe y amor miran y aprecian como un don de vuestras manos purísimas. Haced, Señora, que continúe siendo prenda de vuestra protección este pueblo. Acreditándoos, como hasta ahora lo experimentaron nuestros mayores, refugio en nuestras aflicciones, remedio de nuestras necesidades, y medicina para las dolencias del alma y cuerpo.
Y pues que sois Monte de Gloria, y Monte mayor que todos los collados de las jerarquías celestiales , servidnos de guía constante en el mar borrascoso de la vida, para que por Vos lleguemos a la Bienaventuranza, donde en vuestra compañía y dichosísima presencia, alabemos eternamente al Padre, al Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.