Por la señal de la Santa Cruz….
(Acto de Contrición)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador, Padre y Redentor mío: por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
DÍA SEGUNDO
“Monte que escogió Dios por su morada;
Porque habitará en él siempre.” (Ps, 67, 17)
MEDITACIÓN
Considera en María aquel Monte que Dios escogió para morada, porque en la cumbre de su perfección se formó el palacio y casa de la Sabiduría eterna, sostenido por las hermosas columnas que figuraron los sietes dones del Espíritu Santo: palacio y casa donde preparó y ofreció el convite suntuoso de su preciosísima sangre y carne; palacio y casa, donde siempre el justo encuentra el altar sagrado, con la victima inmolada que satisface la justicia de Dios y que alimenta misteriosamente al hombre, ensalzándole hasta unirlo místicamente con su Dios.
En este Monte excelso, que sirve de cimiento a la casa, templo y palacio del Dios vivo, has de buscar consuelo en las tribulaciones, la fortaleza en los peligros, la paciencia en los trabajos, la conformidad indispensable de tu voluntad con la de Dios para tu salvación. Sube con confianza a este Monte que sostiene el palacio, de donde salen todas las riquezas, bienes y dones para el hombre. Anímate con la experiencia de los extraordinarios beneficios dispensados a los habitantes de este pueblo en todas las edades por María Santísima, inclinada a favorecernos siempre que debidamente la invoquemos ante su piadosa imagen de Montemayor. Afianzada en la solida piedra de la fe, una esperanza firme de conseguir lo que pidieres, si fuese justo y conveniente. El mismo Dios, que escogió este Monte santo para morada de su Sabiduría, nos dice que se complace en ella; que habitará allí hasta el fin. Sean tu fe y esperanza en el poderoso valimiento de la Madre de Dios iguales a las de tus mayores, y la misericordia de esta Señora nos frustrara tu confianza. Para esto invócala fervorosamente diciendo:
ORACIÓN
Oh sabiduría eterna de mi Dios que para acercar a vuestra elevación nuestra miseria, y permanecer con nosotros hasta el fin de los siglos, establecéis vuestro palacio y morada en el Monte firme y grandioso de la perfección de María, adornándola para esto con todos cuantos dones pueden comunicarse a una criatura, y con todos los bienes que puede haber fuera de Vos. Nosotros alabamos y bendecimos vuestra piedad divina, vuestra generosidad infinita, vuestro amor eterno, porque en María y por María, nos ofrecéis también morada, alimento y remedio.
Oh María, madre de la Sabiduría eterna, Monte sublime donde fijó para siempre su habitación y recreo, nosotros te felicitamos y bendecimos por tan encumbrada dignidad; nosotros nos gozamos en ella por Vos y por nosotros mismos, en quienes redunda la abundancia y tesoros de bienes que de este palacio excelso vienen a enriquecer nuestra miseria. En Vos confiamos, Madre mía, que sostendréis y llenareis nuestra esperanza, dándola por principal objeto la salvación, el término de las calamidades que nos aflige, y la seguridad y perseverancia en la gracia de vuestro Hijo, en el amor de Vos, en la práctica de la divina ley, en la constancia inalterable de nuestra fe y la devoción a este sagrada imagen de Montemayor que, lo que devotamente te pedimos en esta novena si ha de ser para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de nuestras almas. Amén.
(Medítese y pídase la gracia que se desee alcanzar)
Dios te Salve María, llena eres de Gracia…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio y ahora por los siglos de los siglos. Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh purísima María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Monte excelso de perfección, gracias y dones! Oh Monte mayor de santidad y gloria, elevado sobre los montes más altos de las jerarquías angélicas, y superior a los collados más sublimes de santidad humana; Montemayor, porque más cerca, y antes que criatura alguna recibiste los rayos divino del Sol de Justicia en la Encarnación del Verbo Eterno; Montemayor, porque en los abundantes frutos de tus ejemplos y gracias se alimenta y crece la virtud de los Santos; Montemayor, porque los claros resplandores del Amor divino que, más intensamente, y con anticipación a los ángeles mismos, recibiste, inflaman más y más a estos celestiales espíritu, para que, abrasados en caridad, para gloria de Dios y nuestro bien, nos socorran, favorezcan y defiendan. Acosados Madre Amantísima, en este valle de lágrimas y miserias, queremos subir a ti, Monte de virtud, de descanso, de dichas y de gloria. Las fieras voraces del infierno nos persiguen, las tentaciones del mundo nos asaltan, las necesidades y peligros de la carne nos angustian: a Ti acudimos, buscando seguridad, gracia y remedio. Ayúdanos, Señora, a trepar por las escabrosas sendas que nos han de elevar hacia la altísima cumbre de perfección que os acercó tanto a vuestro Hijo y Creador, que desde el cielo a la tierra, y desde Dios al hombre, Vos sois lo primero, más inmediato y más digno que se encuentra.
Nosotros, para moveros a piedad, os veneramos devota y fervorosamente bajo este título misterioso de Montemayor, tan exactamente propio de vuestra grandeza elevadísima, ante esta imagen que nuestra fe y amor miran y aprecian como un don de vuestras manos purísimas. Haced, Señora, que continúe siendo prenda de vuestra protección este pueblo. Acreditándoos, como hasta ahora lo experimentaron nuestros mayores, refugio en nuestras aflicciones, remedio de nuestras necesidades, y medicina para las dolencias del alma y cuerpo.
Y pues que sois Monte de Gloria, y Monte mayor que todos los collados de las jerarquías celestiales , servidnos de guía constante en el mar borrascoso de la vida, para que por Vos lleguemos a la Bienaventuranza, donde en vuestra compañía y dichosísima presencia, alabemos eternamente al Padre, al Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.