NOVENA EXTRAORDINARIA DE ROGATIVAS EN HONOR A LA VIRGEN DE MONTEMAYOR CORONADA, PATRONA Y ALCALDESA DE MOGUER
Por la señal de la Santa Cruz….
(Acto de Contrición)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador, Padre y Redentor mío: por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
DÍA NOVENO POR EL FIN DE LA PANDEMIA
“Me elevó en espíritu a un monte grande y alto,
Y me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén.” (Apoc. 21)
MEDITACIÓN
Considera como María es aquel monte, no solo alto sino grande y excelso, a cuya cumbre fue elevado el Evangelista San juan, porque solo desde allí podía contemplar y recrearse en las grandezas de la Ciudad de Dios, en la celestial Jerusalén, símbolo del alma justa y de la bienaventuranza eterna. Elévola el Señor a tan sublime grado en la posesión de todas las virtudes que no paró ni se detuvo hasta exceder en perfección a todos los ángeles y santos. Lo más sublime de la excelencia de estos es la base de aquella para María, es decir, que su santidad principia, desde el punto a que apenas llega la de todos los bienaventurados, nada menos se necesitaba para que fuese digna madre de dios. Y si tanto la ensalzó Dios ¿Cuánto se humilló ella misma para merecerlo? Cuanto más se eleva un edificio tanto más se profundiza para afianzar sus cimientos. La humildad de María fue proporcionada a su grandeza y elevación sobre todas las criaturas. Y advierte, hermano mío, que el temor santo de Dios, don admirable del Espíritu Santo, fue el instrumento que abrió en el corazón de María la profundísima cima de su humildad. Pídele este temor mismo, si quieres ser humilde, y siéndolo elévate también hasta registrar desde este elevado monte los Alcázares de Sion; acércate por sus caminos seguros de verdad y justicia a las puertas eternas que la guardan, y entra por ellas al tabernáculo y habitación de Dios.
Medita bien el temor humildísimo de María, la más pura, graciosa y santa de todas las criaturas, al anunciarla el enviado del Señor la dignidad de Madre de su Dios; no olvides lo que la afligía este temor en la pérdida involuntaria e inculpable de su Hijo divino en el templo; considérala al pie de la Cruz resignada, humilde, temerosa de aquella justicia eterna, que descargaba sobre hombre Dios todos los castigos y azotes que mereció y merece nuestra malicia. Por estas sendas estrechas, pero seguras, del temor de Dios, nos enseña a subir a la cumbre del monte alto y grande de la perfección cristiana, a que todos debemos aspirar, y donde claramente se ve y puede poseerse la felicidad preparada, para los que la imiten en la ciudad santa de Sion, la celestial Jerusalén. Dile pues que te comunique este temor humilde, pero amoroso y confiado, a los profundísimos juicios del señor; este temor que nos hace precavidos y fuertes contra la tentación.
ORACIÓN
¡Oh madre amantísima, maestra y modelo de todas las virtudes! El temor humilde de perder a vuestro Dios os hizo vivir constantemente en su presencia, elevándoos a la altura más sublime de contemplación, y gozando constantemente de las dulzuras del amor divino. Nosotros damos gracias a vuestro Hijo por los dones todos con que pródigamente ensalzó vuestra Purísima alma y vuestro inmaculado cuerpo. Alcanzadnos, Madre nuestra, este temor amoroso y consolador, que hace temblar a sola la vista de su ofensa, que es principio de la Sabiduría verdadera y que hace huir y aborrecer el mal. Haced, Señora, que este temor de desagradar a vuestro Hijo nos haga huir de todas las ocasiones de pecado, y que el amor y gratitud a su bondad infinita nos estimule a buscar y aprovechar las de agradarle y servirle con todo nuestro corazón, sentidos y potencias. Inspiradnos el temor santo que hace conocer a los mortales que todos los males, pesares y desgracias, provienen de su justicia irritada; que el remedio, el consuelo y el bien son beneficios de su misericordia. A ti monte excelso y mayor de la bondad divina, acudimos; ante esta imagen milagrosa te invocamos, cuyo fervoroso culto favoreció tanto a nuestros padres, para que, como a ellos, nos ampares y concedas la gracia que en esta novena te pedimos, si ha de ser para mayor honra de Dios y gloria tuya: y en todo cúmplase, sea alabada y bendita su santísima, divina voluntad por los siglos de los siglos. Amén
(Medítese y pídase la gracia que se desee alcanzar)
Dios te Salve María, llena eres de Gracia…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio y ahora por los siglos de los siglos. Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh purísima María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Monte excelso de perfección, gracias y dones! Oh Monte mayor de santidad y gloria, elevado sobre los montes más altos de las jerarquías angélicas, y superior a los collados más sublimes de santidad humana; Montemayor, porque más cerca, y antes que criatura alguna recibiste los rayos divino del Sol de Justicia en la Encarnación del Verbo Eterno; Montemayor, porque en los abundantes frutos de tus ejemplos y gracias se alimenta y crece la virtud de los Santos; Montemayor, porque los claros resplandores del Amor divino que, más intensamente, y con anticipación a los ángeles mismos, recibiste, inflaman más y más a estos celestiales espíritu, para que, abrasados en caridad, para gloria de Dios y nuestro bien, nos socorran, favorezcan y defiendan. Acosados Madre Amantísima, en este valle de lágrimas y miserias, queremos subir a ti, Monte de virtud, de descanso, de dichas y de gloria. Las fieras voraces del infierno nos persiguen, las tentaciones del mundo nos asaltan, las necesidades y peligros de la carne nos angustian: a Ti acudimos, buscando seguridad, gracia y remedio. Ayúdanos, Señora, a trepar por las escabrosas sendas que nos han de elevar hacia la altísima cumbre de perfección que os acercó tanto a vuestro Hijo y Creador, que desde el cielo a la tierra, y desde Dios al hombre, Vos sois lo primero, más inmediato y más digno que se encuentra.
Nosotros, para moveros a piedad, os veneramos devota y fervorosamente bajo este título misterioso de Montemayor, tan exactamente propio de vuestra grandeza elevadísima, ante esta imagen que nuestra fe y amor miran y aprecian como un don de vuestras manos purísimas. Haced, Señora, que continúe siendo prenda de vuestra protección este pueblo. Acreditándoos, como hasta ahora lo experimentaron nuestros mayores, refugio en nuestras aflicciones, remedio de nuestras necesidades, y medicina para las dolencias del alma y cuerpo.
Y pues que sois Monte de Gloria, y Monte mayor que todos los collados de las jerarquías celestiales , servidnos de guía constante en el mar borrascoso de la vida, para que por Vos lleguemos a la Bienaventuranza, donde en vuestra compañía y dichosísima presencia, alabemos eternamente al Padre, al Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.