Por la señal de la Santa Cruz….
(Acto de Contrición)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador, Padre y Redentor mío: por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
DÍA SEPTIMO
“¿Quién subirá al Monte del Señor,
O quién preservará en su lugar Santo?
El que fuese justo en sus acciones, y limpio de corazón.” (Psal. 23,3)
MEDITACIÓN
Considera en este día el heroico grado de fortaleza con el que el Espíritu Santo elevó el alma de María, la cual, correspondiendo a este don sublime de su esposo, se hizo superior a los Santos todos, sin excluir Apóstoles y Mártires. Fue más fuerte que aquellos, acompañando a su divino Hijo abandonado por todos en su Pasión: fue más constante y mereció más palmas que los mártires, pues estos murieron una vez no teniendo que dar por Dios más que una vida; derramaron su sangre por la fe, y a este precio compraron la Eterna dicha. Pero la constancia de María fue mayor, porque naturalmente debió morir mil veces en cada uno de los tormentos de su Hijo; fue mayor, porque conociendo y amando más que criatura alguna a su Dios, con más y más fina voluntad se inmoló con Jesús y ofreció su vida por nosotros. Dice el Señor, que habita en lo más alto, y que su Trono excelso descansa en una columna de nubes. Y cuando en el Calvario padecía, abandonado de todos, entregó a verdugos y enemigos, suspendido entre el Cielo y la Tierra, y desamparado hasta de su Eterno Padre, ¿En quién podía hallar consuelo?¿Quién se presentaba a su vista como digna en aquel instante de tan grande sacrificio, sino su Madre purísima? ¡Qué Monte pues más alto y mayor que el Calvario! Y en su cumbre ¡Quien más elevada, más cercana a Jesús Crucificado, que María!
Ve aquí, alma devota, la escala de los pecadores, por donde han de subir nuestras oraciones al trono encumbrado de Dios, por donde han de descender de Dios a nosotros los consuelos. Subamos por el Calvario, para acercarnos a interesar a María. Vuestra amorosa Madre es la que está más cercana al Salvador, y este y Dios son una cosa misma. El Padre Eterno oye al Hijo, el Hijo no puede desentenderse de la Madre, la Madre está pronta, deseosa, nos espera con ansia en el Monte de su fortaleza, que es el Calvario, para pedir por nosotros. Subamos pues para allegarnos a Dios acercándonos a María, por la confianza, por el amor, por la devoción. Su fortaleza la hizo también columna firme del trono de las misericordias, que es la Cruz, donde nos compró, a precio de su sangre, todos los bienes el que voluntariamente, siendo Dios, tomó sobre sí, y por nosotros padeció todos los males, pide a esta mujer verdaderamente fuerte, retratada en el Apocalipsis con todos los símbolos de la gloria y el triunfo, a esta intrépida Débora, a esta Judit hermosa e invencible, a esta Madre, monte, columna y trono de la Divinidad, que te alcance y comunique el don de la fortaleza y espíritu para resistir y vencer todo mal espiritual y temporal diciendo:
ORACIÓN
Oh Madre amantísima. Nosotros bendecimos y alabamos a vuestro Hijo divino que, fortaleciendo vuestro tierno corazón, para que participase de los tormentos todos de su pasión, quiso asemejarnos más así para que cooperando con él nuestra Redención, merecieseis y gozaseis por su gracia los derechos de Abogada, Refugio, Madre de pecadores, y fueseis mediadora nuestra para con él como él mismo lo es para con su Eterno Padre. Bendito sea Jesús, por quién María vino a ser nuestra Madre. Bendita sea María por quién Jesús vino a ser nuestro hermano. Nosotros humildemente os pedimos que nos alcancéis de vuestro divino Esposo el Espíritu Santo el don de fortaleza con que resistamos al pecado, venzamos con la paciencia los males de la vida, suframos con resignación las tribulaciones todas, alabemos y en la alegría, en los padecimientos y en los bienes, en todas las situaciones y ocurrencias de esta vida mortal, y en los peligros y agonías de la muerte. Acompañadnos, Señora, sostenednos, defendednos, consoladnos, remediad nuestros males, y si conviene alcanzadnos la gracia que en esta Novena os pedimos, si es para gloria de Dios y vuestra mayor honra. Os saludamos e invocamos como Montemayor por vuestra fortaleza. Hacednos participar de este don, que aumente nuestra devoción y confianza en el culto de vuestra imagen milagrosa, y nos merezcan vuestra protección en esta vida y vuestra compañía en la eternidad. Amén.
(Medítese y pídase la gracia que se desee alcanzar)
Dios te Salve María, llena eres de Gracia…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio y ahora por los siglos de los siglos. Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh purísima María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Monte excelso de perfección, gracias y dones! Oh Monte mayor de santidad y gloria, elevado sobre los montes más altos de las jerarquías angélicas, y superior a los collados más sublimes de santidad humana; Montemayor, porque más cerca, y antes que criatura alguna recibiste los rayos divino del Sol de Justicia en la Encarnación del Verbo Eterno; Montemayor, porque en los abundantes frutos de tus ejemplos y gracias se alimenta y crece la virtud de los Santos; Montemayor, porque los claros resplandores del Amor divino que, más intensamente, y con anticipación a los ángeles mismos, recibiste, inflaman más y más a estos celestiales espíritu, para que, abrasados en caridad, para gloria de Dios y nuestro bien, nos socorran, favorezcan y defiendan. Acosados Madre Amantísima, en este valle de lágrimas y miserias, queremos subir a ti, Monte de virtud, de descanso, de dichas y de gloria. Las fieras voraces del infierno nos persiguen, las tentaciones del mundo nos asaltan, las necesidades y peligros de la carne nos angustian: a Ti acudimos, buscando seguridad, gracia y remedio. Ayúdanos, Señora, a trepar por las escabrosas sendas que nos han de elevar hacia la altísima cumbre de perfección que os acercó tanto a vuestro Hijo y Creador, que desde el cielo a la tierra, y desde Dios al hombre, Vos sois lo primero, más inmediato y más digno que se encuentra.
Nosotros, para moveros a piedad, os veneramos devota y fervorosamente bajo este título misterioso de Montemayor, tan exactamente propio de vuestra grandeza elevadísima, ante esta imagen que nuestra fe y amor miran y aprecian como un don de vuestras manos purísimas. Haced, Señora, que continúe siendo prenda de vuestra protección este pueblo. Acreditándoos, como hasta ahora lo experimentaron nuestros mayores, refugio en nuestras aflicciones, remedio de nuestras necesidades, y medicina para las dolencias del alma y cuerpo.
Y pues que sois Monte de Gloria, y Monte mayor que todos los collados de las jerarquías celestiales , servidnos de guía constante en el mar borrascoso de la vida, para que por Vos lleguemos a la Bienaventuranza, donde en vuestra compañía y dichosísima presencia, alabemos eternamente al Padre, al Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.