Por la señal de la Santa Cruz….
(Acto de Contrición)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero, Creador, Padre y Redentor mío: por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
DÍA SEXTO (ofrecido por todos los enfermos)
“¿Quién subirá al Monte del Señor,
O quién preservará en su lugar Santo?
El que fuese justo en sus acciones, y limpio de corazón.” (Psal. 23,3)
MEDITACIÓN
Considera hoy a María, como monte del Señor, formado y destinado por Él mismo, para que nos sirva de guía y norte seguro, hasta que por ella entremos en el puerto de la gloria. Navegamos por el mar tempestuoso del mundo, y el Monte Mayor y más alto, que nos demarca infaliblemente el puerto de la gloria a que aspiramos, es María. Porque, dirigiéndonos por Ella, no hallaremos escollos; observándola no nos extraviaremos; a su abrigo no temeremos las borrascas; en Ella, en fin, aparece siempre y se deja ver con toda claridad el norte de nuestras esperanzas. ¡Dichoso el que descansa en aquel lugar santo que ha escogido Dios para trono y morada, y llama particularmente suyo! Los que son puros en sus manos, esto es, caritativos con el pobre, fieles en sus tartos, libres de avaricia, castos en sus acciones; los limpios de corazón, es decir, los que anteponen todo a todo lo terreno la Ley santa del Señor y su divino amor; los que resisten a los apetitos desordenados de la carne y las pasiones del espíritu, estos son los que con toda seguridad no solo se acercan, sino que vivirán de asiento en el Monte del Señor, en el lugar que escogió para morada, que es María, que es su Madre, que es la nuestra.
No te desalientes por esto, pecador. También para ti, si deseas de salir de tus vicios, si en tu devoción a María pides, principalmente y en primer lugar que te convierta y cure las profundas heridas de tu alma, también para ti será monte de paz y seguridad. Fue adornada el alma de María con el don de consejo por su divino Esposo el Espíritu Santo, y este don lo hemos de pedir todos: el justo para tener con él la perseverancia, y el pecador para salir de las cimas del vicio y vencer la corriente impetuosa de sus malas costumbres y el huracán violento de los malos ejemplos. Pídelo así fervorosamente diciendo:
ORACIÓN
Oh María, maestra y modelo de los Apóstoles y Santos, a ti acudimos desconfiando justamente de nosotros mismos. Nuestra razón está ofuscada por las pasiones, nuestro corazón viciado por las malas costumbres: Concedednos, Señora y reina de las inteligencias, vuestras luces, moved nuestro corazón, ilustrad nuestro espíritu, inclinándolos al cumplimiento de los mandamientos de Dios y de la Iglesia; hacednos conocer con vuestras inspiraciones maternales lo que más nos conviene para nuestra salvación, purificada nuestras conciencias, dad acierto a nuestros superiores, pastores y directores, docilidad a nuestros pechos, obediencia a nuestra voluntad para que, siguiendo suave y firmemente el camino del bien, con santos y prudentes consejos, nos ayudemos mutuamente en el servicio de Dios y socorro espiritual y temporal de nuestros hermanos. Como Patrona que sois de esta Ciudad, mirad por ella, preservándola de todo mal de alma y cuerpo, aumentando la devoción que heredamos de nuestros padres a esta maravillosa imagen de Montemayor, favoreciéndonos con nuevos beneficios que transmita a nuestros descendientes nuestro amor y confianza en Vos, para que siempre seáis alabada, reconocida y aclamada Monte de salud, de esperanza y de consuelo. Y si conviene, alcanzadnos la gracia que en particular os pedimos, y que todo sea para mayor honra y gloria de Dios y vuestra. Amén.
(Medítese y pídase la gracia que se desee alcanzar)
Dios te Salve María, llena eres de Gracia…
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio y ahora por los siglos de los siglos. Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh purísima María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Monte excelso de perfección, gracias y dones! Oh Monte mayor de santidad y gloria, elevado sobre los montes más altos de las jerarquías angélicas, y superior a los collados más sublimes de santidad humana; Montemayor, porque más cerca, y antes que criatura alguna recibiste los rayos divino del Sol de Justicia en la Encarnación del Verbo Eterno; Montemayor, porque en los abundantes frutos de tus ejemplos y gracias se alimenta y crece la virtud de los Santos; Montemayor, porque los claros resplandores del Amor divino que, más intensamente, y con anticipación a los ángeles mismos, recibiste, inflaman más y más a estos celestiales espíritu, para que, abrasados en caridad, para gloria de Dios y nuestro bien, nos socorran, favorezcan y defiendan. Acosados Madre Amantísima, en este valle de lágrimas y miserias, queremos subir a ti, Monte de virtud, de descanso, de dichas y de gloria. Las fieras voraces del infierno nos persiguen, las tentaciones del mundo nos asaltan, las necesidades y peligros de la carne nos angustian: a Ti acudimos, buscando seguridad, gracia y remedio. Ayúdanos, Señora, a trepar por las escabrosas sendas que nos han de elevar hacia la altísima cumbre de perfección que os acercó tanto a vuestro Hijo y Creador, que desde el cielo a la tierra, y desde Dios al hombre, Vos sois lo primero, más inmediato y más digno que se encuentra.
Nosotros, para moveros a piedad, os veneramos devota y fervorosamente bajo este título misterioso de Montemayor, tan exactamente propio de vuestra grandeza elevadísima, ante esta imagen que nuestra fe y amor miran y aprecian como un don de vuestras manos purísimas. Haced, Señora, que continúe siendo prenda de vuestra protección este pueblo. Acreditándoos, como hasta ahora lo experimentaron nuestros mayores, refugio en nuestras aflicciones, remedio de nuestras necesidades, y medicina para las dolencias del alma y cuerpo.
Y pues que sois Monte de Gloria, y Monte mayor que todos los collados de las jerarquías celestiales , servidnos de guía constante en el mar borrascoso de la vida, para que por Vos lleguemos a la Bienaventuranza, donde en vuestra compañía y dichosísima presencia, alabemos eternamente al Padre, al Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos Amén.
Como Dios tanto te quiso,
como Dios tanto te amó.
Ruega por los pecadores
Madre de Montemayor.